Permanecer en la Presencia de
Dios, secreto de la oración
Fernando Alexis Jiménez
S
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i algo llevó a que Leticia renunciara a
su disciplina de orar cada día, fue la sensación de que Dios no escuchaba su
clamor y que no valía la pena seguir intentándolo. “Creo que el asunto de la oración no es para
mí”, dijo. Y definitivamente no siguió sacando tiempo para buscar la
Presencia de Dios; en cambio se dio a la tarea de encontrar libros que le
refirieran cómo orar con eficacia…
¿Le ha ocurrido?
Probablemente esté buscando un sinnúmero de títulos sobre cómo orar o tal vez,
está a punto de abandonar la oración, ese punto maravilloso de contacto que
tenemos con el Dios del universo, con el Padre amoroso que todo lo puede.