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Traiga el milagro de la eternidad al presente


Traiga el milagro de la eternidad al presente

Fernando Alexis Jiménez

¿
Por un instante ha pensado alguna vez que ese milagro que tanto anhela, Ya Dios lo hizo desde la eternidad?¿Quizá en algún momento hizo un alto en el camino para meditar en el hecho de que ese milagro basta que lo pida para recibirlo? Pues le invito para que, a la luz de la Biblia, descubra dos cosas: la primera, que los milagros no son imposibles, y la segunda, que basta creer para recibirlos ahora mismo.
Dios obra milagros en aquellos que se atreven a creer

Vamos a entender la dinámica de hoy, ¿le parece? En primer lugar, recuerde lo que dice el primer versículo de la Biblia: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.”(Génesis 1:1. Nueva Traducción Viviente)

Ahora, ¿cree usted que nuestro amado Dios estaba desocupado y en un instante cualquiera dijo: “Vamos a ver qué inventamos para entretenernos” y que, de inmediato, comenzó a dar forma a las criaturas? Por supuesto que no.

El rey David lo describió de esta manera, sencilla pero profunda: “Cuando miro el cielo de noche y veo la obra de tus dedos —la luna y las estrellas que pusiste en su lugar—, me pregunto: ¿qué son los simples mortales para que pienses en ellos, los seres humanos para que de ellos te ocupes?  ” (Salmo 8:3, 4. Nueva Traducción Viviente)

Por favor, tómese un instante—sólo un instante—para repasar este texto. ¡Dios es maravilloso! Desde la eternidad todo lo tiene cuidadosamente planeado.

Dios no improvisa

Nuestro amoroso padre celestial no improvisa. Las Escrituras señalan que absolutamente todo lo tenía diseñado. No hizo nada al azar. Incluso, cada parte de su cuerpo, cada órgano, ya estaba en Su plan maravilloso desde antes de crear el universo.

El rey David escribió: “Sabes lo que voy a decir incluso antes de que lo diga, Señor.  Vas delante y detrás de mí.  Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a la tumba,   allí estás tú.  Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz.”(Salmo 139: 4, 5, 8, 13-15. Nueva Traducción Viviente)

Traiga los milagros de la eternidad de Dios
al presente, al hoy...
Es hermoso pensar que el Señor tenía especial cuidado de usted y de mí al tiempo que estaba estructurando los planetas y este paraíso que era la tierra. Fue muy cuidadoso como una forma de expresarnos Su amor.

Le comparto otro concepto: en un libro quedaron registrados todos los pormenores de nuestra vida. ¡Desde la eternidad ya todo está escrito! Nada escapa al conocimiento de Dios, como dice la Escritura: “Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara.”(Salmo 139:16. Nueva Traducción Viviente)

Ahora, reflexionemos: ¿Está el presente y el final de nuestra historia en manos de Dios? Por supuesto que sí. Él sabe qué va a ocurrir y de qué manera. Y tiene un maravilloso plan para nosotros; no obstante, si nos separamos de Su mano, por supuesto, cambiaremos el curso del final de la historia. Hay dos formas: a la manera de Dios, o a la manera nuestra. Si escogemos nuestro propio criterio, lo más probable es que terminemos en fracaso, pero si es como el Señor lo dispone, los milagros ocurrirán y lo imposible se hará posible.

El milagro ya se hizo

Fue por la obra del Señor Jesús en la cruz, que hoy podemos disfrutar de las bendiciones de Dios, del cumplimiento de las promesas, de la sanidad y de los milagros.

El profeta escribió, referente a nuestro amado Salvador: “Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados.”(Isaías 53:5. Nueva Traducción Viviente)

¡En Jesús ya Dios hizo la obra! Las Escrituras utilizan el tiempo pasado, dando a entender que todo lo que necesitamos, ya fue provisto y hecho por nuestro Padre celestial.

¿Sanidad? Ya Dios lo hizo. ¿Milagros? Ya Dios los hizo. ¿Liberación espiritual? Ya Dios la proveyó. ¿Promesas de bendición? Ya Dios las cumplió.

Usted me dirá, pero ¿dónde? Y le respondo: en el eterno presente de Dios. Desde antes de crear el universo, ya Él había hecho todo esto. ¿Y cómo recibirlo? Sencillo: cuando creemos.

Permítame ilustrarlo: ¿Recuerda la historia del centurión que fue a Jesús en procura de un milagro para su siervo? La historia la hallamos en Mateo, capítulo 8, desde el versículo 5. En respuesta a su petición, el Maestro dijo que iría. ¿Recuerda la respuesta del centurión?

“—Señor —dijo el oficial—, no soy digno de que entres en mi casa. Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará. Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van o “vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen. Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a los que lo seguían y dijo: «Les digo la verdad, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!  Y les digo que muchos gentiles  vendrán de todas partes del mundo —del oriente y del occidente— y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en la fiesta del reino del cielo.  Pero muchos israelitas —para quienes se preparó el reino— serán arrojados a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes». Entonces Jesús le dijo al oficial romano: «Vuelve a tu casa. Debido a que creíste, ha sucedido». Y el joven siervo quedó sano en esa misma hora.”(Mateo 8:5-13. Nueva Traducción Viviente)

La sanidad del siervo del centurión estaba en el eterno presente de Dios. Ya Él la había concebido desde antes de crear el universo; sin embargo, para que se milagro de sanidad se materializara, era necesario traer ese milagro desde la eternidad al presente. ¿De qué manera? Creyendo.

El centurión lo entendió así. No importaba que el siervo estuviera a kilómetros del lugar. Si creía, el milagro se iba a producir. Por ese motivo Jesús le dijo: “Debido a que creíste, ha sucedido”.

¿Comprende lo maravilloso de este principio. Si creemos, si tan solo derrotamos la duda, los milagros ocurrirán.

Creer es ver el milagro

La duda es el peor enemigo del cristiano; la fe, sin embargo, la puerta de entrada a la dimensión de milagros. Fe en otras palabras es ver materializado ahora, en este instante, lo que por siglos estuvo en la eternidad de Dios, haciendo vida lo que enseña el apóstol Pablo: Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos.”(2 Corintios 5:7. Nueva Traducción Viviente)

Eso es exactamente lo que hacemos los cristianos ya que creemos que “…Dios que da vida a los muertos y crea cosas nuevas de la nada.”(Romanos 4:17. Nueva Traducción Viviente)

Y si creemos en el milagro, el segundo y más grande paso es confesarlo con nuestros labios ya que   Pues es por creer en tu corazón que eres declarado justo a los ojos de Dios y es por confesarlo con tu boca que eres salvo. Como nos dicen las Escrituras: «Todo el que confíe en él jamás será deshonrado»”(Romanos 10:10, 11. Nueva Traducción Viviente)

Creer y declarar con los labios. No callarlo: declararlo. Los milagros ya fueron concebidos por Dios en su eterno presente, ahora nos corresponde traerlos a la realidad, al ahora, creyendo y confesando.

No hay nada, en la voluntad de nuestro amado Padre, que no se pueda realizar, pero debemos creerlo. Sanidad, provisión financiera, la transformación de una persona… el abanico de posibilidades es muy grande. Creer y confesar, dos pasos esenciales que debe comenzar a aplicar desde hoy.

A propósito, ¿ya dio el primer paso para moverse en la dimensión de milagros? Se preguntará cuál es. La respuesta es sencilla: recibir  a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Es la mejor decisión que jamás podamos tomar porque prendidos de la mano de nuestro Redentor, avanzamos exitosamente en el proceso de crecimiento personal y espiritual. ¡Decídase hoy por Cristo Jesús! No se arrepentirá.

Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@gmail.com o llamarnos al (0057)317-4913705.

© Fernando Alexis Jiménez

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