¿Cómo enfrentar exitosamente los
problemas?
¿Enfrentando problemas en
sus fuerzas? Permita que Dios le
ayude a resolverlos...
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Fernando Alexis Jiménez
D
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aniel cerró la agenda.
Miró el reloj. Pasadas las dos de la madrugada. No podía dormir. Estaba a dos
días de cancelar la cuota de una deuda muy grande, contraída para cancelar
compromisos con los empleados de la distribuidora de mercancías de la que era
propietario. Su hija Rocío le había entregado la factura por el nuevo semestre
en la Universidad, y su esposa—callada—le hizo entender más con su silencio que
con palabras, el compromiso que tenían de pagar los cobros por servicios
públicos.
--¿Dios mío, me escuchas? Necesito tu ayuda. Hay muchas personas que me
deben dinero, pero pareciera que olvidaron las acreencias… Y mira, tengo muchas
cuentas por pagar--, dijo mientras extendía delante del Señor el cúmulo de
facturas.
Esas pocas palabras,
pronunciadas quedamente, en oración, abrieron las puertas a un nuevo capítulo
en su vida. ¿Por qué razón? Porque hasta ese momento sólo había confiado en sus
fuerzas, llamando a los deudores morosos, llenándose de angustia y hasta
enojándose con su familia, lleno de frustración.
Cuando él entregó el
conjunto de problemas que le robaban la paz interior en manos del Señor, Dios
tomó el control y todo comenzó a cambiar. Al día siguiente, antes de salir para
su oficina, le llamaron al teléfono celular. ¡Deseaban pagarle una factura
pendiente!
En el curso del día,
otras dos llamadas. ¡No había terminado la
jornada y ya tenía el dinero para cancelar todas las acreencias! En la
quietud de su oficina, miró a través de la ventana, sonrió, y le dijo: “Gracias Dios por tomar mi problema en tus
manos”.
Curiosamente así como
todos los seres humanos proyectamos una sombra cuando pasamos frente a la luz,
y tal sombra nos acompaña a todo lugar, igual los problemas. Puede que no los
provoquemos, y que sean consecuencia de la envidia, mal carácter o incapacidad
de otras personas, pero siempre estarán ahí.
La diferencia, en
nuestra condición de cristianos, es que también tendremos siempre a Dios para
someterle nuestros problemas, bajo la convicción de que Dios nos asegura la
victoria.
El rey David experimentó
ese principio: cuando los filisteos—que eran un pueblo guerrero numeroso y bien
disciplinado en el arte de la guerra--, sometió esa enorme dificultad en manos
del Señor y el Señor le dio la victoria cuantas veces fue necesario. El problema
dejo de ser el problema del rey David y pasó a manos de Dios y Él si sabe cómo
hacer las cosas. Le invito para que leamos la historia en 1 Crónicas 14:8-17,
maravilloso pasaje del que tomaremos tres principios de victoria sobre los
problemas:
1. Los problemas no deben robarnos la paz
Los problemas nos
asaltan, irónicamente, cuando todo parece ir bien. ¿Le ha ocurrido que justo
cuando se encontraba más feliz, surgió al paso un obstáculo? Sin duda que sí,
ya que a todos nos ha pasado. Algunas dificultades las provocamos por nuestra
imprudencia y en otras ocasiones, obedecen a factores externos.
David estaba haciendo
bien su trabajo, gobernando a Israel; sin embargo sus enemigos, los filisteos,
vinieron a atacarle: “Cuando los filisteos se enteraron de que David había
sido ungido rey de todo Israel, movilizaron todas sus fuerzas para capturarlo;
pero le avisaron a David que venían, así que salió a su encuentro. Los filisteos llegaron y realizaron
una incursión en el valle de Refaim.”(1 Crónicas 14:8, 9. Nueva Traducción
Viviente)
Debido a surgimiento de
problemas como consecuencia de factores externos, es necesario estar preparados
y saber enfrentarlos. Es un principio que aplicó en su vida el rey David. Tenía
muy claros dos elementos: el primero, no hay problema que no tenga solución, y
el segundo, los problemas hay que encararlos, no rehuirles.
2. Dios nos ayuda a superar los problemas
¿Cuál es el mayor
problema? No es un juego de palabras, pero permítame plantearlo de la siguiente
manera: el problema estriba en que, para enfrentar las dificultades, confiamos
más en nuestras capacidades que en el poder de Dios.
Ahora, si Dios ocupa el primer lugar en nuestra vida, nos
guarda. Él sabe cómo advertirnos de los peligros. Ahora, como lo hacía el rey
David, que tenía muy claro en qué Dios confiaba, usted y yo no podemos permitir
que los problemas derrumben nuestro mundo interior y exterior; los problemas debemos
llevarlos a Su presencia, en procura de ayuda: “Entonces
David le preguntó a Dios: — ¿Debo salir a pelear contra los filisteos? ¿Los
entregarás en mis manos? El Señor le contestó: —Sí, adelante. Te los
entregaré.”(1 Crónicas 14:10. Nueva Traducción Viviente)
El
principio es claro: Debemos entregar los problemas en manos de Dios. Cualquier
decisión que vayamos a tomar, es necesario someterla en Sus manos. ¿La
razón? Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra
vida y en todo cuanto hagamos y Él debe ser nuestro principal orientador en
cualquier decisión que tomemos
3. El poder ilimitado de Dios obra a favor nuestro
Si sometemos los
problemas en manos del Señor, Él nos da la victoria. Su poder ilimitado nos
acompaña. Él nos muestra qué debemos
hacer en cada situación, nos asegura la victoria y muestra las estrategias apropiadas.
Las Escrituras nos
enseñan que “Entonces David y sus tropas
subieron a Baal-perazim y allí derrotó a los filisteos. «¡Dios lo hizo! —, exclamó
David—. ¡Me utilizó para irrumpir en medio de mis enemigos como una violenta
inundación!». Así que llamó a ese lugar Baal-perazim (que significa «el Señor
que irrumpe»). Los filisteos
abandonaron sus dioses allí, así que David dio órdenes de que fueran quemados.”(1
Crónicas 14:11, 12. Nueva Traducción Viviente)
¿Se atribuyó el rey
David la victoria? Por cierto que no. Le dio la honra y gloria al Señor. Tenga
presente que a Él le corresponde todo reconocimiento.
Otro aspecto de suma
importancia es que no hay problema que persista ante el poder de Dios, y en
segundo lugar, que las estrategias del enemigo caen a tierra porque quien pelea
por nosotros es el Señor.
4. Dios pelea nuestras batallas
Es evidente que los
problemas siempre estarán ahí, pero
también, siempre tendremos a Dios
peleando nuestras batallas. El rey David enfrentó una nueva arremetida de los
filisteos, y de nuevo, acudió al Señor en procura de ayuda: “Poco tiempo después, los
filisteos volvieron y de nuevo hicieron una incursión en el valle.
Una vez más David le
preguntó a Dios qué debía hacer. «No los ataques de frente —le contestó Dios—.
En cambio, rodéalos y, cerca de los álamos, atácalos por la retaguardia.”(1
Crónicas 14: 13, 14. Nueva Traducción Viviente)
El Señor quien debe
ocupar el primer lugar en nuestra vida, es a quien debemos acudir en todo
instante. Que guíe nuestras decisiones y nos ayude a enfrentar los problemas,
para asegurar el éxito.
5. Dios utiliza formas ilógicas para asegurarnos la victoria
Dios es sorprendente. Lo
imagino en su despacho celestial resolviendo millones de problemas al instante.
Y nos deja boquiabiertos porque responde a nuestras oraciones de maneras
extrañas. Es muy similar a cuando jugamos al ajedrez con alguien experimentado:
Mueve las fichas de manera que no imaginamos, pero siempre asegura la victoria.
Cuando David llevó
nuevamente el problema en manos de Dios—porque dicho sea de paso el Señor jamás
se cansa de escucharnos en oración--, el amoroso Padre celestial le dio una
salida insospechada: “Cuando oigas un
sonido como de pies que marchan en las copas de los álamos, ¡entonces sal a
atacar! Esa será la señal de que Dios va delante de ti para herir de muerte al
ejército filisteo». Entonces David
hizo lo que Dios le ordenó e hirió de muerte al ejército filisteo desde Gabaón
hasta Gezer. Así la fama de David se extendió por todas partes, y el Señor hizo que todas
las naciones tuvieran temor de David.”(1
Crónicas 14:15-17. Nueva Traducción Viviente)
El pasaje no puede menos
que dejarnos sorprendidos, al tener una perspectiva del Dios de poder y de
gloria, que tiene cuidado de nosotros, en el que hemos creído.
El rey David comprendió
que luchando en sus fuerzas, no podría vencer a los filisteos, el pueblo
enemigo. Sometió el problema en manos del Señor y fue el Señor quien peleó las
batallas. Igual ocurre con nuestras vidas. Dios no desea que sigamos luchando
solos, Él desea ayudarnos. Sin embargo, asegurar la victoria, implica que
desarrollemos confianza y fe plena en Su poder ilimitado, y dejemos de confiar
tanto en nuestras propias capacidades. Recuerde que Dios es nuestro poderoso
capitán.
Y hablando de Dios: ¿Ya
recibió a Jesús como Señor y Salvador? No dilate esta decisión. Recuerde que Él
es quien nos ayuda en el maravilloso camino de crecimiento personal y
espiritual que tanto hemos anhelado. Ábrale hoy las puertas de su corazón y
permita que Él haga de usted la persona que Él quiere que usted sea.
Si tiene alguna
inquietud, por favor, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llamarnos al (0057) 317-4913705.
©
Fernando Alexis Jiménez
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