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Emprenda el Gana-Gana en su familia, con ayuda de Dios


Emprenda el Gana-Gana en su familia, con ayuda de Dios
Permita que Dios ocupe el primer
lugar en su familia para recibir
ricas y poderosas bendiciones...
Fernando Alexis Jiménez
P
or mucho tiempo Ignacio atravesó la enorme frustración de tener en casa un hijo rebelde. El muchacho no rayaba aún los dieciséis años, pero andaba sin Dios ni ley. Un verdadero problema para todos. Leonor, su madre, no hacía sino llorar y sólo conciliaba el sueño, bien entrada la madrugada, cuando escuchaba la puerta de la entrada. Sin duda, Manuel llegaba. Si drogado o no, lo desconocía. No se atrevía a averiguar para evitarse problemas con su marido.
“¿Cómo puedo tener paz si este chico no escucha a nadie?”, se preguntaba mientras intentaba concentrarse en su trabajo, en una oficina donde diariamente se atendía a un centenar de usuarios. A raíz de su preocupación, le llamaron dos veces la atención. Él no supo explicar qué le ocurría.
--Con reñirle y sermonearlo, no lograrás nada…--le decía un amigo; sin embargo, Ignacio persistía en llamarle la atención. Manuel desconocía sus regaños y cada día profundizaba más el distanciamiento con sus padres.

La solución vino cuando menos lo esperaban. Se encontraban al borde del desespero, y decidieron pedirle al Señor que les ayudara. Más por desesperación que por convicción. Oraron. Lo hicieron reconociendo que habían llegado al límite de sus fuerzas.
Y Dios respondió con poder. Manuel comenzó a cambiar. No reñían con el adolescente, simplemente oraban. Las peleas comenzaron a darlas en la intimidad con el Señor Jesús, de rodillas. La transformación comenzó a evidenciarse con un cambio en el ambiente del hogar. La tensión que por mucho tiempo fue permanente, se disipó. Y por fin comenzaron a abrirse las puertas para el diálogo.
Dios ocupaba el primer y principal lugar en la familia, y respondió con poder. Manuel cursa hoy su segundo semestre de ingeniería de sistemas. Abandonó definitivamente sus malas amistades y hoy trata, con ayuda de sus padres, de rehacer su vida y recobrar el tiempo perdido.

Permita que Dios pelee sus batallas

Si hay algo que no enseñan en las instituciones educativas o quizá donde dan cursos de superación, es a ser buenos padres. Irónicamente es cuando nuestros hijos han crecido y vienen los nietos, que tenemos la experiencia necesaria para guiarlos por el buen camino. Podríamos decir que aprendemos de los errores, hasta avanzar a un nivel de equilibrio en la crianza de los hijos.
Si hubiera comprendido a tiempo que dándole el primer lugar a Dios mi familia iba a cambiar, lo habría hecho desde el comienzo”, me dijo en cierta ocasión una mujer tras comprobar que si el Señor reina en nuestro hogar, estamos llamados a edificar y alcanzar armonía en el entorno hogareño.
Si Dios gobierna nuestra familia, los
problemas se resolverán
más fácilmente...
Hace pocos días y en un rápido viaje a Bogotá, Colombia, conocí un edificio que construyeron desde el último piso hacia abajo. Allí se encuentran oficinas de una corporación financiera. El ingeniero constructor levantó las bases y las columnas, y comenzó el cerramiento de los pisos, desde el último. Por supuesto, antes que ahorrar, como era su propósito inicial, comprobó que los gastos terminaron siendo muy altos.
Es lo mismo que ocurre cuando desconocemos a Dios como el principal arquitecto de un hogar sólido y feliz. Nos llenamos de problemas porque queremos.

Dios, nuestro ayudador

Las Escrituras nos enseñan que si hay sabiduría en cuanto pensamos y hacemos, edificaremos familias sólidas, en armonía y donde prime el amor, la comprensión y la tolerancia.
El rey Salomón escribió: “Una casa se edifica con sabiduría y se fortalece por medio del buen juicio. Mediante el conocimiento se llenan sus cuartos de toda clase de riquezas y objetos valiosos.”(Proverbios 24:3, 4. Nueva Traducción Viviente)
Otro elemento que aprendemos es que, si Dios reina en nuestro hogar, somos bendecidos y no solo nosotros, sino también nuestros hijos.
Un campesino sabio, con el que hablé algún día, me refirió el “gana – gana”. Me explicó que ya estaba disfrutando los resultados. Al preguntarle de qué se trataba, me explicó que al comenzar una nueva vida con Jesucristo, emprendió “gana – gana” el con su esposa e hijos. Es decir, emprendió un cambio en su forma de tratar a su esposa y a los chicos, y el ambiente familiar comenzó a ser distinto.
--Ahora todos vivimos muy tranquilos, felices—me dijo.
Eso es lo que ocurre cuando dejamos que el Señor Jesucristo gobierne nuestro hogar. Hágalo hoy. Ábrale las puertas de su corazón. Es una decisión de la que jamás se arrepentirá. Tomado de Su mano emprenderá el  maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual.
Si tiene alguna inquietud, por favor, escríbame a webestudiosbiblicos@gmail.com o llámenos al (0057)317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez

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