1. Lectura Bíblica: Marcos 1:9-11
2. Versículo para memorizar:
“Y una voz dijo desde el cielo: «Tú
eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo».”(Marcos 1:11. Nueva Traducción
Viviente)
2. Reflexión en la Palabra de Dios:
Un enorme cartelón anunciaba una
“Noche de milagros”. Intrascendente,
pensará alguien; novedoso, dirá otro, y una tercera persona, en el caso de que
estuviéramos tomándonos un café para hablar del asunto, podría decir: “Una forma actual de promover el ministerio”.
Mi pregunta es: ¿Cuántas cosas
hacemos procurando extender el Reino de Dios, que Dios mismo no nos mandó que
hiciéramos? La respuesta a este interrogante sencillo le explicará porque quizá
el ministerio que usted desarrolla atraviesa por un período de estancamiento o
tal vez experimentando un revés.
En la mayoría de los casos no
obtenemos éxito en nuestros planes para Dios, porque Dios no ha sido invitado a
participar. Sencillo, simple, real.
Cuando Jesús llegó a Nazareth,
Juan el Bautista lo llevó a las aguas del Jordán (v. 9). Hasta allí llegaba su
misión, cuando el verdadero protagonista entró en escena. Se ha preguntado,
¿hasta dónde llega nuestra labor? O tal vez pretendemos destronar a Dios para
hacer lo que le corresponde a Dios y por eso nada bueno ocurre.
Conozco a alguien que, sin que el
Señor le hubiese dado paz alrededor de su decisión, renunció a su empleo para
dedicarse a predicar a tiempo completo. A pesar que le recomendaron no hacerlo,
persistió en su determinación. Tres meses después andaba culpando a Dios de
estar literalmente en la calle. ¡Tremendo error! Dios no le mandó que hiciera
aquello. Tenemos que aprender hasta dónde llegar y dejar a Dios ser Dios.
Un segundo elemento, es que Dios
mismo confirma nuestro llamamiento y ministerio. Él es que lo exalta. No somos nosotros, es Dios quien lo hace.
Las Escrituras señalan que al ser
bautizado, Dios confirmó quién era Jesús: “Y una voz dijo
desde el cielo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo».”(Marcos 1:11.
Nueva Traducción Viviente) Todo cuanto tiene el aval de Dios,
está llamado a la victoria. Nuestro llamamiento, el ministerio, lo que hacemos.
Todo en manos del Padre celestial. Él tiene la primacía.
¿Desea un ministerio avivado y próspero, que aporte al Reino de Dios?
Sométase a Dios, permítale que ocupe el primer lugar y, antes de hacer algo—por
bueno que sea--, pida la orientación del Dueño de la Obra. Es un principio de
victoria que debemos aplicar siempre.
4. Preguntas para
el crecimiento personal y espiritual:
a. ¿Siete usted que el
ministerio que tiene a cargo es respaldado por Dios?
b. ¿Está haciendo las cosas
conforme a la voluntad de Dios o a su propia manera?
c. ¿Reconoce que quizá
algunas veces hizo cosas que Dios no le mandó hacer en el ministerio?
d. ¿Qué correctivos aplicó
cuando identificó que Dios no le estaba mandando hacer lo que hacía?
e. Hoy es el día para
revisar qué tipo de servicio prestamos en la obra del Reino, y circunscribirnos
a hacerlo que Él desea que hagamos
© Fernando
Alexis Jiménez
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