Dios nos bendice incluso en circunstancias muy difíciles |
1.
Lectura Bíblica: Juan 6.1-14; Mt 25.14-29
2.
Versículo para memorizar:
“Sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”( Mateo
25.23:)
3.
Reflexión en la Palabra de Dios:
por Leslie
Leyland Fields
Si tuviéramos que
calcular la cantidad de desechos que producimos diariamente, la mayoría de nosotros
descubriría que estamos botando demasiado, incluyendo comida. Pero, de tener la
oportunidad, ¿quisiéramos mirar detalladamente lo que arrojamos? El hecho es
que nuestra basura puede impartirnos sabiduría. Ella nos recuerda que no somos
criaturas independientes que nos mantenemos por nuestros propios esfuerzos o
recursos.
No podemos dejar de crear desechos. Aun el agua más pura se convertirá
en desecho en nuestro cuerpo. Siempre hay algo que sobra. Los muertos son los
únicos que no producen nada.
En este país, tendemos a ser derrochadores. Nos inclinamos a cansarnos
de nuestra ropa antes de que se gaste. A menudo nos servimos demasiada comida y
botamos el resto, sepultando más de 30 millones de toneladas de comida
en basureros cada año (como nación, generamos alrededor de 250 millones de
toneladas de desecho anualmente).
La verdad es que botamos mucho porque compramos demasiado. Y compramos
demasiado porque, en el país de la abundancia, no siempre es fácil saber la
diferencia que existe entre necesidad y deseo. Siguiendo la lógica, hay algo
que está claro: en términos de economía humana, cuando tenemos más, botamos
más.
Pero no es así en la economía de Dios. En Juan 6.1-14, leemos acerca del
momento en que Jesús convirtió el almuerzo de un muchacho en un banquete para
5.000 hombres. Cuando todos habían comido y quedado maravillados, Él dijo a sus
discípulos: “Recoged los pedazos que sobraron, para que
no se pierda nada” (v. 12). A
pesar de su capacidad de producir recursos infinitos, Jesús recomendó el
ahorro. Eso es difícilmente lo que esperamos nosotros.
Cuando la comida es escasa, cuando los recursos son pocos, y cuando un
dios es limitado y sus milagros poco frecuentes, esperamos que haya frugalidad.
¡Sí, ahorramos cada migaja! ¡Porque quién sabe si habrá más
después! Pero ¿cuándo el Dios de toda plenitud ha dejado de saciar cada
apetito y satisfacer cada necesidad? Aun así, ¿qué no se pierda nada?
Sí, aun así. Especialmente así. En tiempos de abundancia, como también de
escasez, los recursos de Dios son preciosos.
En la economía del Señor —tanto en la de la abundancia como en la del
ahorro— estamos llamados a no desperdiciar nada. En la parábola de los talentos
del Señor Jesús (Mt 25.14-29), vemos esto de nuevo.
Dos hombres responden acertadamente en cuanto a los vastos recursos que
les fueron confiados por su amo (un “talento”
equivalía a veinte años de salario). Invierten sabiamente y ganan más,
devolviendo el doble a su amo. Pero el último hombre, que había recibido la
menor cantidad de dinero, no hace uso de lo que recibió sino que lo entierra
por temor y desconfianza.
Entonces lo devuelve de mala gana a su jefe, diciéndole: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas
donde no sembraste y recoges donde no esparciste (v. 24). No
solo falla al no hacer uso del recurso que le había proporcionado su amo, sino
que su motivación para no usarlo realmente aumenta su delito: proyecta su
propia mezquindad a un hombre dadivoso. Por no confiar en lo que su amo le ha
entregado, ni en su naturaleza generosa, el hombre lo pierde todo. Mientras
tanto, a los hombres que han duplicado su dinero se les da más.
Tenemos que recordar que las palabras de Jesús rara vez funcionan en un
solo nivel. Más tarde, en el texto de Juan 6, Él da un nuevo significado a lo
que los discípulos habían presenciado en la alimentación de los 5.000.
El Señor Jesús se identifica claramente a sí mismo como el pan del cielo
(v. 41), y al hacerlo da a entender que su cuerpo fue partido para proveernos
una vida que no tiene fin. Los discípulos no debían desperdiciar ni siquiera las
migajas sobrantes. De la misma manera, nosotros no debemos desperdiciar el pan
de nuestras mesas ni la redención que el pan simboliza. No debemos desperdiciar
el cuerpo partido de Cristo. Debemos valorar nuestra redención y atesorarla
para alimentar a otros.
Para utilizar nuestra redención bien, no podemos enterrar o almacenar lo
que el Señor pone bajo nuestra mayordomía —ni nuestro dinero o nuestro tiempo;
ni (literalmente) nuestros talentos, afectos, pérdidas, aflicciones o
fortalezas. Al igual que los hombres de la parábola, ya sea que se nos
entreguen una o cinco bolsas de oro, se espera que utilicemos y multipliquemos
lo que hayamos recibido, para el éxito de todos.
Servimos al Dios de la abundancia y también del ahorro, cuyas medidas
son muy diferentes a las nuestras. En una cultura derrochadora que nos incita,
paradójicamente, a consumir por un lado, y a salir de las cosas por el otro, el
Señor calladamente nos ordena, en medio de un banquete: Que no se pierda
nada.
Cuando vemos bien el valor de todo lo que Dios nos ha dado, y lo usamos
correctamente, podemos esperar escuchar las palabras de Mateo 25.23: “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra
en el gozo de tu señor”.
Si no ha tomado la mejor decisión de su vida, recibir a Jesucristo como
Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Es tiempo de comenzar el
proceso de cambio y crecimiento. Si tiene alguna inquietud, no dude en
escribirme a webestudiosbiblicos@gmail.com
o llamarnos al (0057)317-4913705
4. Preguntas para el
crecimiento personal y espiritual:
a. ¿Reconoce los
errores en los que incurre con frecuencia?
b. ¿Ha pensado porqué
razón siempre cae en la misma situación?
c. ¿Ha hecho algún
esfuerzo para cambiar?
d. ¿Qué le ha
impedido cambiar?
e. En adelante y con
ayuda de Dios, emprenderemos el proceso de cambio personal y espiritual,
asumiendo cada día valores bíblicos
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