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¿Dónde están los esposos, padres y hombres de hoy?


¿Dónde están los esposos, padres y hombres de hoy?
Dios nos ayuda a redefinir nuestro papel de
padres y esposos, conforme a Su voluntad...
Fernando Alexis Jiménez
M
ario salió furioso de casa. No eran aún las nueve de la noche, estaba viendo su programa de deportes favorito, el diálogo con su esposa—una maestra graduada—parecía ir bien, la cena estaba deliciosa, pero el curso de la conversación experimentó un giro dramático cuando ella le dijo que deseaba emplearse para ayudar en los gastos de la casa.

--¿Estás loca?¿Quién cuidará de los niños?¿Y los trabajos en casa? A ver, dime: ¿Quién preparará los alimentos?¿Y qué de ir al mercado? Ah, piénsalo. ¿Quién se encargará de todas estas cosas?—vociferó él.

Ella calmada, lo escuchaba. Cuando creyó oportuno, intervino:


--Pero Mario, llevas varios meses sin conseguir empleo. Te veo salir a primera hora del día con esas hojas de vida bajo el brazo, y llegar tarde con desaliento. Déjame intentarlo a mí--, argumentó.

El ambiente estaba tenso. Él estaba rojo de la ira. En la distancia su chico, Luis Mario, lloriqueaba para indicar que nuevamente se había hecho en los pañales.

--Creo que perdiste la razón, Laura. No sé qué andas leyendo por ahí, quizá esa revista Cosmopolitan o esos programas de televisión que te están influyendo para mal…--titubeó el hombre.

No hablaron más. Ella fue a atender al niño y él se refugió en el cuarto. Pero no fue la primera ni la única oportunidad. En varias ocasiones abordaron el asunto, hasta el día en que Mario tomó la decisión de separarse.

Todavía lo ven de fábrica en fábrica, llevando su solicitud de empleo. María está enseñando en un colegio de secundaria y sostiene a su hijo…

Viviendo una crisis de roles

Una mujer me expresaba, recientemente, encontrarse escandalizada porque enfrente de su casa vivía una pareja extraña. Él se quedaba en casa con los niños y ella era quien iba a trabajar. “Sale a primera hora de la mañana y llega muy tarde”, decía ella sin poder comprender lo que ocurría.

No obstante esa imagen hoy es más común de lo que imaginamos. Pareciera que han cambiado los papeles que a cada uno le corresponden en el matrimonio. Hay varios factores que favorecen esas modificaciones: uno de ellos, el que para sobrevivir trabaja el que, de los dos, consiga empleo primero; el segundo factor, es que la mujer tiene hoy más posibilidades de capacitación y una vez obtiene su título universitario, desea desempeñarse profesionalmente.

El autor y conferencista cristiano, Myles Muroe, lo explica en términos sencillos: “El problema no consiste en el origen biológico de la masculinidad—sino en un problema espiritual de identidad--. La identidad no es esencialmente un asunto de funciones, lo cual varía con  cada cultura y asunto de propósito inherente…. Es cuando los hombres no saben quiénes son ni qué propósito tienen en este mundo, que llegamos a experimentar una multitud de problemas culturales” (Myles Muroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. 2003. EE.UU. Pg. 21)

Es posible que haya errores, en nuestra relación
con la esposa y con los hijos, que nos corresponde
corregir con ayuda de Dios...
Antes era un problema que el hombre ayudara en casa. Pasarle un trapero y pedirle que limpiara el piso, era tanto como una ofensa. Igual si la esposa le solicitaba preparara un café para tomar a media tarde. Sin embargo, progresivamente los esquemas se han ido modificando, como lo explica el mismo autor: “Los hombres acostumbran adquirir sus ideas de lo que significa masculinidad por medio de observar a sus padres o por medio de tradiciones culturales que muchos años. Existía una continuidad en las funciones de los hombres que iban de generación en generación. Las cosas son muy diferentes ahora. Cientos y tal vez miles de años de tradición, se están haciendo a un lado en solo una o dos generaciones” (Myles Muroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. 2003. EE.UU. Pg. 29)

Ahora, la pregunta gira alrededor de si esto modifica el papel o función esencial del hombre. En absoluto. Él sigue siendo el líder espiritual de su familia y el principal soporte, como escribió el apóstol Pablo: “Pero si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” (1 Timoteo 5:8. La Biblia de Las Américas)

El problema estriba en que, en muchos casos, el hombre se ha tornado tan cómodo con la modificación en su desempeño, que espera que la esposa sea quien tome las decisiones e incluye, lleve la provisión a casa. ¡Ese sí es un problema!

En tales condiciones, es hora de hacer un alto en el camino para revisar el rol del hombre en la familia, en el trabajo y en la sociedad. ¿Y qué decir del machismo que todavía prevalece en muchos países latinoamericanos? El problema del hombre hoy día es que se enfoca en sus funciones, olvidando su identidad y propósito, tanto en su vida personal como familiar y social.

Considera que todo debe seguir siendo como antes: el hombre era quien llevaba alimento a casa, pedía sexo a su esposa—que no podía siquiera argumentar que estaba cansada—y que no se preocupaba por los sentimientos.

Sin embargo, nuestra crisis de identidad se constituye en una oportunidad poderosa para encontrar el verdadero propósito. ¿La razón? Las personas pueden pasar años sin percatarse de que no están cumpliendo su propósito; pero cuando revisamos—con detenimiento—qué está pasando, es probable reorientar el camino y aplicar cambios saludables, que ayudarán a todos por igual.

¿Cuál es nuestro papel como hombres?

Como latinoamericanos hemos disfrutado, sin duda, de las viejas películas mexicanas donde prevalece la rudeza para sobreponerse a la adversidad. Y se ha tornado un cliché el hombre duro, de voz roca y fuerte, que domina en la familia y con solo una mirada, hace que hombres y mujeres callen. Por supuesto, los filmes modernos son distintos, pero aquellos que vimos en nuestra ya lejana adolescencia, exaltaban al hombre agresivo pero a la vez, proveedor.

 Igual en las cintas norteamericanas de cowboys, donde se admiraba a los tipos difíciles que se liaban a puñetazos a la menor desavenencia y que zanjaban sus diferencias en un duelo público, pistolas en mano.

Pero, en estos tiempos, ¿es eso lo que se espera de un hombre? Sin duda que no. Es necesario entonces que nos formulemos tres preguntas claves:   ¿Qué significa se hombre?  ¿Cuáles son las funciones del hombre en la familia, el trabajo y la sociedad?, y  ¿Cómo puede el hombre contribuir para si mismo, para su familia y la sociedad, con el fin de que todo vaya mejor?

Permítame de nuevo citar al reverendo, Myles Munroe, a quien considero uno de los motivadores modernos que ha abordado el asunto con mayor profundidad: “Sin tener la idea clara de su identidad, los hombres están tratando de enfrentar el choque de las expectativas de una nueva sociedad y de las ideas tradicionales con relación a lo que un hombre debería ser, las cuales se han ido interiorizando a través de la familia, de la cultura o de la inclinación natural del hombre”(Myles Muroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. 2003. EE.UU. Pg. 27)

Los hombres necesitan la identidad que les ofrece Dios para poder cumplir con su propósito, aquél para el cual fueron concebidos. ¿La razón?   Los cambios sociales, culturales y hasta religiosos de nuestro tiempo, han ido desdibujando los roles de la pareja.

Hombres nuevos en una sociedad moderna

La concepción de masculinidad ha ido cambiando con el paso del tiempo; los cambios en los paradigmas sociales han formado a una mujer no solamente independiente sino además, autosuficiente. La mujer no depende como antes de la provisión y cuidados de su esposo.   Al desdibujarse los roles en la pareja, la mujer llega en algunas ocasiones al punto de tomar control y autoridad sobre el hogar. Uno de los cambios de mayor significación en el hogar, lo representa la independencia de la mujer al asumir el rol de empleada, en su ánimo de ayudar a cubrir los gastos de casa.

Antes lo que contaba era sobrevivir. Hoy, con el desmoronamiento de las estructuras familiares, cobran particular vigencia el amor, el bien trato, la tolerancia y la comprensión. Una mujer que no se siente valorada, en su nueva condición de independiente y autosuficiente, puede tomar la decisión de irse de casa a vivir sola.

¿Cuál es el mejor paso? Ir a los orígenes de la familia. Volver a las pautas que trazó Dios para el esposo y la esposa: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”(Génesis 2:24. La Biblia de Las Américas)

Observe la condición de liderazgo del hombre. Guiar, orientar, marcar pautas. Esto no significa que su opinión debe prevalecer siempre, porque entonces estaríamos anulando a la esposa; lo que significa, es que el hombre marca un sendero. Su cónyuge tiene la opción de aportar a lo que juntos construyen; sus opiniones son valiosas.

Ahora los dos son una sola carne. Sus intereses dejan de ser individuales para ser comunes. Trabajamos como pareja juntos, en un proyecto de vida.

¿Cambia esto con el hecho de que la mujer trabaja y tiene cierto grado de independencia e incluso, autosuficiencia? Sin duda que no, porque las metas comunes que deben comprometer los esfuerzos de los esposos, jamás cambiarán. Son una sola carne, sus sueños se enfocan a un solo propósito.

Ahora, hay algo positivo y es que los cambios que ha impreso la nueva sociedad a los roles del hombre y de la mujer, se reflejan en el hecho de que ya se buscan mutuamente procurando amor y compañerismo en lugar de supervivencia y protección, como ocurría antes. Lo emocional ahora sí está cobrando su verdadera dimensión.

Priman en la relación la intimidad, la sensibilidad y las habilidades de una buena comunicación. Prevalece   hoy día la responsabilidad por las necesidades emocionales del cónyuge, y además, la pasión entró a formar parte de las nuevas prioridades que se deben tener en una relación de pareja.

Es tiempo de reordenar nuestros caminos

Dios sabía de los cambios que se iban a producir en la sociedad, sin que –por supuesto—eso fuera a llevar a que el hombre perdiera su condición de cabeza del hogar, proveedor y líder espiritual. Lo que ocurre ahora, es que debemos re-pensar cómo están yendo las cosas.

Es cierto, hasta hace poco las cosas funcionaban de determinada manera; hoy son diferentes. No obstante, en medio de ese aparente desbarajuste, es a Dios a quien debemos darle el primer lugar para que—como decimos en Latinoamérica--, nos “ayude a arreglar las cargas”. La Biblia—el libro de  los triunfadores—lo expresa de la siguiente manera: “Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del SEÑOR permanecerá.”(Proverbios 19:21. La Biblia de Las Américas)

Debemos re evaluar cómo ha sido hasta el momento nuestro desempeño como esposos, padres y hombres en medio de la sociedad en la que nos desenvolvemos. Es necesario desligar la identidad del hombre, del padre y del esposo, de las funciones que debe desarrollar. Sólo de esta manera podrá cumplir su propósito en la vida.

La meta debe ser adoptar nuevas formas de pensar. Enfocarse en el cumplimiento cabal del propósito deslindándolo de las funciones. Estos dos elementos deben converger en un pilar esencial: la identidad. En esa dirección, debemos redescubrir el plan original de Dios para el hombre y, recobrar el liderazgo que Dios le ha concedido originalmente al hombre para guiar a su familia.

Recuerde que el   hombre alcanza su plena realización cuando descubre el propósito original de Dios para su vida. Dios desea que todo hombre encuentre su propósito y su completa realización. ¿Cómo lo logramos? Cuando aplicamos dos principios: el primero, es que trazamos los planes conforme a la voluntad y propósito eterno de Dios, y el segundo, que si Dios ocupa el primer lugar en lo que planeamos, sin duda tenemos asegurada la victoria

Obre conforme al propósito de Dios

No podemos seguir haciendo las cosas de manera equivocada esperando que los resultados sean exitosos. Tenga presente que es posible hacer lo bueno sin que el hecho de ser bueno implique que sea correcto. Aplíquelo a su condición de  esposo y padre: puede que considere que está haciendo las cosas bien, pero igual: puede que aquello que hace no esté respondiendo a las expectativas de su esposa y de sus hijos.

No siempre lo que hacemos, aun cuando sea bueno, está en el propósito eterno y la voluntad de Dios. Lo que es correcto es que cumplamos el propósito de Dios. Efectividad significa hacer aquello para lo que fuimos creados.

El Señor Jesús tenía claro su propósito aun cuando personas a su alrededor no lo comprendieran (Mateo 16:22, 23). Hacer la voluntad de Dios por encima de cualquier cosa.

Si no tenemos clara la razón del por qué y para qué nacimos, podemos experimentar una vida totalmente equivocada; por ese motivo es necesario pedir ayuda a Dios que nos muestre su propósito para nosotros como esposos, padres y hombres de la sociedad.

Tenga presente que Dios es un Dios de propósitos, claros y eternos: “El Señor de los Ejércitos Celestiales hizo este juramento: «Sucederá tal como yo lo tengo planeado. Será tal como lo he decidido.”(Isaías 14:24. Nueva Traducción Viviente)

Esos planes y propósitos para nosotros, trascienden en el tiempo (Salmo 33:11; Hebreros 6:16, 17) Dios cumple su propósito en aquellos que le permiten obrar (Isaías 53:10, 11)

Pero, el trato de Dios es individual. Lo que fue eficaz y efectivo en otras personas, quizá no lo sea igual en usted. Por ese motivo es imperativo que usted le pida, en oración, revelación del propósito de Dios para su vida. Él lo hará porque el Señor responde a nuestras oraciones.

Una vez tenga claro ese propósito, siéntese a examinar cómo ha sido hasta ahora en su condición de esposo y padre. ¿Qué debe cambiar?¿Dónde están los errores que se deben corregir?¿De qué manera podemos modificar patrones de comportamiento equivocados?¿Cómo ir aplicando los cambios?¿es acaso la forma como trata a su esposa y sus hijos?

Puedo asegurarle que esta decisión marcará su vida para siempre. Su hogar será diferente. Seguirá siendo padre líder y proveedor sin que los cambios de la sociedad lo arrastren a la frustración, la amargura y la impotencia emocional. Debemos ajustarnos a los cambios que está teniendo nuestro mundo, sin que por supuesto, en medio de esa transformación deje de tener Dios el primer lugar.

¿Desea éxito en su familia? Permita que Dios gobierne allí. Y el primer paso es que Dios ocupe el primer lugar en su vida. Es posible cuando le abrimos las puertas de nuestro corazón a Jesucristo. Él obra los cambios que necesitamos y nos permite alcanzar el crecimiento personal y espiritual que tanto hemos anhelado. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesús el Señor. ¡No se arrepentirá jamás!

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme a webestudiosbiblicos@gmail.com

© Fernando Alexis Jiménez


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