¡Cuidado al juzgar a las personas!
Fernando
Alexis Jiménez
oncio
Pilato jamás se vio enfrentado a un juicio más difícil que el de aquélla tarde.
Palestina estaba más calurosa que nunca y sobre Jerusalén se volcaban las
multitudes. Era fiesta. No sería un día normal. Todo conspiraba para que fuera
diferente. No pudo descansar, como esperaba.
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Con frecuencia juzgamos a las personas
y descubrimos, después, que
cometimos un error...
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Sería el juicio del siglo, pero no lo sabía. Y lo quisiera o no, era uno
de los protagonistas.
¿La razón? Enfrente tenía a Jesús. Un hombre del común, aunque no era común. La acusación que pesaba en
su contra, rompía todos los esquemas. Le acusaban de llamarse Hijo de Dios.
¡Hartos problemas tenía como para dirimir cuestiones religiosas!. Pero debía
hacerlo. No podía eludir el asunto. Y lo hizo.
Lo más justo era juzgarle como a los demás. Y así se lo expresó a las
autoridades judías.
“Pero todos gritaron a una voz: --¡Llévate
a ése! ¡Suéltanos a Barrabás! A Barrabás
lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad, y por
homicidio. Pilato, como quería soltar a
Jesús, apeló al pueblo otra vez, pero ellos se pusieron a gritar: --¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!. Por tercera vez les habló: --Pero, ¿qué crimen ha cometido este
hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte,
así que le daré una paliza y después lo soltaré. Pero a voz en cuello ellos
siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron.
Por fin Pilato decidió concederles su demanda: soltó al hombre que le pedían,
el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que
hicieran con Jesús lo que quisieran.”(Lucas 23:18-25. Nueva Versión Internacional).