Una oportunidad para comenzar una
nueva vida hoy
Fernando
Alexis Jiménez
S
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u retención no se
produjo el mismo día. Ocurrió en hechos distintos. Las circunstancias y el
lugar fueron diferentes. Pero se hallaron en la misma celda. “Algo coincidencial”, habría dicho
alguien. El momento de la detención fue duro, sorpresivo, doloroso.
No siga preguntándose cómo salir del laberinto... El Señor Jesús tiene una respuesta... |
Compartieron
el mismo sufrimiento y la certeza de que serían condenados a muerte. Estaban
unidos en la desagracia. No tenían esperanza. La angustia era mayor cuando, al
caer la mañana, veían a sus familiares fuera del presidio. Iban a verles,
porque sabían que aquellas serían las últimas oportunidades de apreciarles con
vida.
Recorrieron
el mismo camino al Gólgota. Miles de hombres y mujeres disfrutando del
espectáculo. Ver los reos de muerte, cambiaba el programa del día. Algo nuevo
para algunos, un doloroso tránsito que para otros era rutinario.
Y allí
estaban. Sin embargo era distinto. En medio estaba Jesús. “Un maestro”, habían escuchado decir.
Otros
rumoraban que se trataba de un profeta. Pero en general, unos y otros
coincidían en que era un buen hombre. Ese hecho, que no fuera igual que ellos,
llevó a uno de los condenados a la crucifixión a ofenderle. Su compañero de
infortunio le recriminó. No tenía por qué hacer tal cosa.
“Uno de los criminales allí
colgados empezó a insultarlo: --¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a
nosotros! Pero el otro criminal lo reprendió: --¿Ni siquiera temor de Dios
tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo,
pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho
nada malo. Luego dijo: --Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. --Te
aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso --le contestó Jesús.”(Lucas
23:39-43. Nueva Versión Internacional). Cayó la tarde, pero al menos uno de ellos había alcanzado la
salvación. No moriría para siempre...
Tiempo de cambiar
Una mujer desesperada
porque su situación financiera era crítica y en dos oportunidades había pensado
suicidarse, me decía presa de la tristeza: “Lo
hice en medio de la desesperación. No pensé en mis hijos”. Irónicamente,
dos meses después estaba ocupando un puesto de trabajo con una remuneración
significativa. “Dios me escuchó y lamento
haber pensado quitarme la vida”, se quejaba.
Si usted
habla con José Alberto, sin duda no creería que dos años atrás era bebedor, ocasionalmente
consumía marihuana, se gastaba hasta el último peso que ganaba en la plaza de
mercado jugando en máquinas electrónicas y agredía a su esposa, si ella se
atrevía a reclamarle. ¡Era un verdadero problema!
Nuestro amado Señor Jesucristo nos ofrece una nueva oportunidad para emprender el camino hacia la transformación y el crecimiento personal y espiritual... |
Pero alguien
le regaló un tratado evangelístico, de esos papeles pequeños que reparten por
ahí y que hablan del amor de Cristo. Lo leyó en el autobús, de regreso a casa.
Su vida fue impactada. Lloró, sin importante quiénes lo veían en el vehículo. Y
recibió a Cristo como Señor de su vida. Hoy es un nuevo hombre, un esposo excepcional
y un trabajador gozoso de la oportunidad que le brinda Dios de agenciarse unos
pesos para la manutención de su familia.
Dos historias
de personas que fueron impactadas por Cristo, que le abrieron las puertas de su
corazón. Y Él hizo la obra. Y quiere hacerlo también en su existencia.
La última oportunidad
Leer este pasaje que
ilustra este Estudio Bíblico es apasionante. Revela que Jesús nos ofrece una
oportunidad. Quizá la última, pero oportunidad al fin.
Piense en el reo
que creyó estaba a las puertas de morir. Nada hacía pensar que las
circunstancias cambiaran. Pero algo marcó la diferencia: creyó en Jesús como
Señor. Y Dios le otorgó la vida eterna.
Igual su
vida. Tal vez considera que está al borde del abismo, que nada ocurrirá, que no
hay salida al laberinto. Pero si tan solo deposita su fe en Jesucristo, las
cosas serán diferentes. Tendrá la certeza de la vida eterna. Así todo aquí se
derrumbe, su expectativa es la de pasar por siempre jamás en presencia de Dios,
cuando llegue la ora inevitable de partir...
El Señor
Jesús sigue diciendo como hace siglos: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo.
Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.”(Apocalipsis
3:20. Nueva Traducción Viviente)
¿Ya tomó la
decisión de aceptar a Jesús como Señor y Redentor? Recuerde que hoy puede ser
su última oportunidad... Ábrale las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que
es una decisión de la que jamás se arrepentirá porque el amado Salvador
transformará todo su ser, llevándolo a nuevos niveles de crecimiento personal y
espiritual.
Si
tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirnos a pastorfernandoalexis@gmail.com
o llamarnos al (0057)317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez
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