Debemos estar atentos a señales de eventual crisis en nuestra familia para resolverlas con ayuda de Dios |
1. Lectura Bíblica: Romanos 12: 10-14
2. Versículo para memorizar:
“El amor no hace mal a otros, por eso el amor cumple con
las exigencias de la ley de Dios. Esto
es aún más urgente, porque ustedes saben que es muy tarde; el tiempo se acaba.
Despierten, porque nuestra salvación ahora está más cerca que cuando recién
creímos. ” (Romanos
12:10, 11. Nueva Traducción Viviente)
3. Reflexión en la Palabra de Dios:
La
crisis en la familia se pone de manifiesto con continuas discusiones,
indiferencia los unos por los otros, rabia recíproca, sentimientos de odio de
padres a hijos y viceversa o entre los componentes de la pareja, respuestas
groseras ante la más mínima provocación, entre otras.
Estas
señales deben prender nuestra alerta.
Recuerde que la crisis se pone de manifiesto en la relación conyugal y con los
hijos. ¿La razón? Quizá les hemos herido y sus reacciones hoy, son el fruto de
lo que sembramos.
Es
cierto, hay una enorme distancia entre la familia
soñada y la familia real. En una
cultura como la nuestra, todos los hogares están expuestos a peligros, y más
nuestros hijos. Poco a poco, si los problemas no se resuelven, lo más probable
es que pensemos en el divorcio, palabra que dicho sea de
paso, deberíamos borrar de nuestro vocabulario.
Precisamente
el autor y conferencista, Gary Rosberg, hizo un alto en el camino y reconoció
que había dedicado su tiempo al estudio, descuidando a la familia: “Mi vida estuvo fuera de control, la gente
de mi familia funcionaba con un piloto
automático y tenía delante de mí un largo camino si deseaba ganarla de nuevo.
En aquel momento no sabía cómo Dios sanaría el dolor en nuestros corazones.
Sólo sabía que había llegado al final de mí mismo, y que lo necesitaba como
nunca antes.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de divorcio”.
Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 19)
Vendrán
altibajos, pero se pueden superar. Basta que le demos a Dios el lugar que le
corresponde, y dispongamos nuestro corazón para que haya arreglo. Haga un alto
en el camino…
Amar a la familia está íntimamente ligado a dar lo
mejor de nosotros, perdonarles, procurar lo mejor de lo mejor para nuestro
cónyuge y los hijos, darles lo que esté a nuestro alcance sin ningún tipo de
miramiento ni egoísmo, perseverar si
hay crisis al interior del hogar y, ante todo, someter la familia a Dios.
El apóstol Pablo escribió: “El amor no
hace mal a otros, por eso el amor cumple con las exigencias de la ley de Dios. Esto es aún más urgente, porque
ustedes saben que es muy tarde; el tiempo se acaba. Despierten, porque nuestra
salvación ahora está más cerca que cuando recién creímos. ”(Romanos 12:10, 11. Nueva Traducción
Viviente)
El testimonio cristiano se ve engalanado con un buen
trato a nuestra familia. Es en ese espacio, la familia, donde probamos si somos
realmente hombres y mujeres que seguimos fielmente al Señor Jesús.
Es posible que en nuestra vida hayamos cometido
errores con la familia. Lo importante es que ahora, en nuestra condición de
cristianos, sigamos en la misma actitud. Si hacemos un alto en el camino,
identificamos errores y nos disponemos a recuperar nuestro hogar, contaremos
con la ayuda de Dios.
El apóstol Pablo escribió: “La noche ya
casi llega a su fin; el día de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de
lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura
resplandeciente de la vida recta.
Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos.
No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras,
ni vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, ni se metan en peleas, ni tengan
envidia. Más bien, vístanse con
la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permitan pensar en formas de
complacer los malos deseos.”(Romanos 12:12-14. Nueva Traducción Viviente)
En la familia debemos enfocar nuestros esfuerzos.
Pedir a Dios la sabiduría y fortaleza para cambiar, darles un trato adecuado y
encontrar realización en el espacio del hogar, constituyen pasos sólidos hacia
nuestro verdadero crecimiento cristiano.
Tenga siempre presente que su familia vale la pena.
Jamás será muy grande el esfuerzo que haga por su cónyuge y por sus hijos. Si
depende de Dios, Él le concederá la sabiduría y la capacidad de edificar
familias sólidas, en los que primen fundamentos cristianos y en donde el Señor
Jesús reine verdaderamente.
4. Preguntas para la discusión en grupo:
a.
¿Por qué debe preocuparnos el progresivo desmoronamiento en la institución de
la familia?
b.
¿Cómo anda nuestra familia?
c.
¿Ocupa Dios el primer lugar en nuestra familia?
d. Si hay crisis en la familia, ¿somete esas situaciones en manos de Dios?
e. Hoy es el día para concederle al Señor el primer lugar en nuestro hogar
© Fernando Alexis Jiménez
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