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Perdonar nos permite abandonar una pesada carga



 
Hoy es el día para perdonar a la familia
1. Lectura Bíblica: Salmo 103:10-13; 

2. Versículo para memorizar:

No nos castiga por todos nuestros pecados; no nos trata con la severidad que merecemos.”(Salmo 103:10. NTV)

 3. Reflexión en la Palabra de Dios:

Hay un personaje que sobresale en la mitología griega. Se trata de Atlas. ¿Lo recuerda? La traducción sería, al español, algo así como “portador”. ¿De dónde viene esa designación? Del castigo que le impuso el dios mitológico Zeus. El joven titán debía llevar toda la tierra sobre sus hombros para separarla del cielo.

Esa es la imagen como la vemos en las caricaturas, esculturas y en sinnúmero de representaciones. Un hombre llevando una pesada carga a cuestas. Los seres humanos pareciéramos que somos parte de esas leyendas porque llevamos sobre los hombros pesadas cargas representadas en resentimiento y rencor; lo grave del asunto, es que mucho de ese odio lo volcamos hacia nuestra propia familia.


Si Dios tuviera en cuenta todos nuestros pecados—aquellos en los que incurrimos con frecuencia y de manera deliberada--, tiempo nos faltaría en el infierno. No obstante, a pesar de nuestra terquedad para seguir obrando mal, cuando nos arrepentimos Él nos perdona.

Las Escrituras dicen que el Señor: No nos castiga por todos nuestros pecados; no nos trata con la severidad que merecemos. Pues su amor inagotable hacia los que le temen es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra. Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente. El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo con los que le temen.”(Salmo 103:10-13. NTV)

Es un pasaje maravilloso del libro de los triunfadores, que es la Biblia, que bien haríamos en leer una y otra vez porque confronta nuestra actitud, egoísta y rencorosa, que toma venganza cuando alguien nos causa daño.

Cuando meditamos una y otra vez en lo que enseñan las Escrituras, reconocemos sin duda que hemos permitido que el rencor tome fuerza en nuestros corazones, y no es eso lo que el Señor nos enseña.

De la Palabra aprendemos que  “El amor perdonador… es una reparación divina, una nueva oportunidad para tomar buenas decisiones. Tienen libertad los componentes de la pareja para aceptarse y concentrarse de nuevo el uno en el otro. El amor perdonador restaura una relación herida. Te pone de vuelta en la dirección hacia el sueño. Cuando practicas con constancia el amor perdonador, proteges tu matrimonio para que no tome el camino del divorcio emocional o legal.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2002. Pg. 88)

Nos identificamos con el autor Gary Rosberg cuando enseña que no es un proceso que se dé de la noche a la mañana. Toma tiempo evaluar qué nos ha producido el rencor, sino es malos momentos y hasta enfermedades. Cuando nos decidimos a perdonar, somos liberados, a nivel de nuestras relaciones al interior de la familia, pero también espiritualmente.

La familia es para todos nosotros una bendición. Si lo tenemos claro, que es un regalo precioso de nuestro amado Señor y Padre, debemos admitir que guardar rencor no nos edifica; por el contrario, nos destruye. Hoy es el día para tomar esa decisión, no en nuestras fuerzas sino en las fuerzas que provienen de Dios mismo. Él es perdonador y nos ayuda y nos enseña a perdonar.

Tornamos al asunto inicial: Si Dios tuviera en cuenta nuestros errores, no habría nada que pagara y resarciera el dolor causado. No obstante, dispuso que su amado Hijo Jesús muriera y llevara sobre la cruz todos nuestros pecados. Él lo hizo por amor: Nos perdonó. ¿Qué derecho tenemos nosotros de no perdonar a quienes nos han causado daño, y más a los miembros de nuestra propia familia?

El apóstol Pablo escribió: “Pues a Dios, en toda su plenitud, le agradó vivir en Cristo, y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas. Hizo la paz con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la sangre de Cristo en la cruz. Eso los incluye a ustedes, que antes estaban lejos de Dios. Eran sus enemigos, estaban separados de él por sus malos pensamientos y acciones; pero ahora él los reconcilió consigo mediante la muerte de Cristo en su cuerpo físico. Como resultado, los ha trasladado a su propia presencia, y ahora ustedes son santos, libres de culpa y pueden presentarse delante de él sin ninguna falta.”(Colosenses 1:19-22. NTV)

Dios nos permitió hacer la paz con Él. No en nuestras fuerzas, porque humanamente se nos dificulta perdonar; fue en Sus fuerzas. Ese apoyo y fortaleza lo hizo posible. Ahora, tenga presente que el amor de pareja se afianza con la disposición para perdonar los errores del cónyuge.

En el Nuevo Testamento se alude a perdonar con varios términos del griego que vertidos al español traducen “despedir, soltar, liberar”.
            a. Perdonar es renunciar al rencor a pesar de las ofensas recibida
            b. Perdonar no es negar el dolor sino renunciar a guardarlo en nuestro corazón
c. Perdonar no es seguir llevando en el corazón la carga que nos separa de Dios (Colosenses 1:21)
d. Si perdonamos, tal como lo hace Dios con nosotros, no debemos seguir   girando alrededor del mismo asunto (Salmo 103:12)

Le invito a considerar lo que enseña el autor y conferencista internacional, Gary Rosberg: “Cuando exhibes la gracia del amor que perdona frente a tu cónyuge, cambias el tono de tu matrimonio. Ya no se parecen más a dos árbitros que anotan las faltas del otro y que están listos para sacar al otro del juego. El matrimonio se convierte en un lugar seguro en el que no tienes que esconder tus debilidades o fracasos. En lugar de sacudirte examinado y condenado por tus faltas, siempre te sentirás aceptado y perdonado.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2002. Pg. 87)

Como hijos de Dios debemos perdonar de corazón a nuestro cónyuge y a nuestros hijos así como él nos perdonó (Colosenses 3:13)
     a. Dios nos rescata de la oscuridad (Colosenses 1:13)
     b. Dios nos redime (Colosenses 1:14)
     c. Dios nos ofrece la posibilidad de reconciliarnos (Colosenses 1:22)
     d. Dios nos limpia de la maldad (1 Juan 1:9)

No olvide jamás que perdonar al cónyuge y a los hijos guarda el matrimonio de un resquebrajamiento y del divorcio emocional y legal. Debemos también tener en cuenta que es en las fuerzas de Dios, aquellas de las que nos provee, como podemos perdonar, y no en nuestra propia capacidad. Nosotros disponemos el corazón, pero es necesario depender de Dios en el proceso.

Si no ha recibido a Jesús en su corazón, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón al Señor Jesús. Si tiene alguna inquietud, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llámenos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez

4. Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:

a. ¿Acostumbramos a tomar venganza cuando nos causan daño, incluso con la propia familia?
b. ¿Comprendemos que Dios es misericordioso y nos perdona?
c. ¿Qué aprendemos de Dios cuando es –como lo conocemos—un Dios perdonador?
d. ¿Hemos pensado que si fuera por nuestros pecados, el castigo sería muy grande?
e. ¿Hemos meditado en el hecho de que Dios aleja de nosotros los pecados, cuando nos perdona? Los resulta en el fondo del mar
f. ¿Tiene claro que si Dios nos perdonó, debemos también nosotros perdonar? Decídase hoy a perdonar a su cónyuge y a sus hijos



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