Dios debe ocupar el centro de nuestra vida y de nuestra familia |
1. Lectura Bíblica: Josué 24:15; Romanos 12:18;
2. Versículo
para memorizar:
“Hagan todo
lo posible por vivir en paz con todos.”(Romanos 12:18. NTV).
3. Reflexión en
la Palabra de Dios:
¿Cuándo una familia llega a ser sólida? Cuando Dios
ocupa el primer lugar (Salmo 127:1, 2). La crisis en la relación de pareja y en
el trato con los hijos se produce cuando marginamos al Señor de nuestra
existencia y del núcleo familiar.
Como Dios ama la familia, a nuestro adversario
espiritual, Satanás, le interesa generar desestabilización. Un ejemplo claro lo
encontramos con dos fundamentos: el primero, la legislación cada vez más
flexible para propiciar el divorcio—que golpea a los hijos, por supuesto--, y
de otro lado el aumento inusitado de comportamientos inmorales como el
adulterio.
Aquí cabe tener en cuenta lo que enseña el autor y
conferencista internacional, Gary Rosberg: “No
hay nada mejor para Satanás que desanimarle,
debilitar su matrimonio y sumar a su libro de victorias, que un hogar roto. Por
eso afirmamos que su matrimonio y familia son su ministerio. Sin la primera
línea de defensa en la cual puede tener su impacto personal.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a
prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 56)
El propósito eterno de Dios es que nuestros
matrimonios tengan al menos cuatro características que les ayudan a
sobreponerse a todas las dificultades que salen al paso: solidez emocional y
espiritual, crecimiento permanente en la pareja pero también al interactuar con
los hijos, madurez en todas las áreas y relaciones emocionalmente sanas. Esos
cuatro fundamentos, insistimos, ayudan a alejar la amenaza del divorcio cuando
llegan las primeras dificultades.
Si ha alago están llamados todos los componentes del
hogar, es a vivir para Dios. Nos asegura solidez pero además, crecimiento
permanente. ¿Es posible? Por supuesto que sí. ¿En qué momento? Cuando le
abrimos nuestras vidas al Señor y permitimos que obre en nuestra existencia.
Si nuestro amado Padre celestial ocupa el centro del
hogar, estaremos alerta ante las señales de que algo anda mal con el fin de que—con ayuda del Señor—apliquemos los
correctivos permanentes.
El autor y conferencista, Gary Rosberg, enseña que: “Hay un largo viaje desde el sueño matrimonial hasta el
divorcio, pero existen una serie de etapas intermedias y de carteles de advertencia que te
permitirán saber si estás descendiendo hacia el divorcio emocional.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de
divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 30)
Vivir para Dios parte de dejarnos transformar, aplicar
principios y valores que renueven nuestra forma de pensar y actuar, y
desarrollar—a partir de ese momento—una buena relación con el cónyuge y los
hijos.
El apóstol Pablo escribió: “Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.”(Romanos
12:18. NTV). Lea con cuidado este texto. Esa breve línea nos
llama la atención sobre dos cosas: la primera, la necesidad de mantener buenas
relaciones con todos—comenzando por supuesto, por nuestra familia--, y la
segunda, disponer nuestro corazón para que esa relación con las personas
cercanas a nuestro entorno, sea buena, que traiga paz y no los conflictos
habituales a los que terminamos por acostumbrarnos.
4. Preguntas
para el crecimiento personal y espiritual:
a. ¿Hay solidez en su familia?
b.
¿Qué impide que haya solidez y entendimiento en su hogar?
c.
¿Reina Dios en su familia?
d.
¿Ya dispuso que usted y su familia servirán al Señor?
e.
Una meta: abrirle a Dios las puertas de nuestra familia, y dejarle que Él
gobierne.
© Fernando Alexis Jiménez
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