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Mida el alcance de sus palabras

Es importante medir lo que decimos, para no
ofender a las personas

1. Lectura Bíblica: Lucas 6:45; Efesios 4:31

2. Versículo para memorizar:

“Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta.”(Efesios 4:31.NTV)

3. Reflexión en la Palabra de Dios:

Recuerdo el caso de Antonio. Se consideraba un fracasado desde el nacimiento. Y cuando procuramos descubrir de dónde provenía esa equívoca convicción, me relató una escena de su adolescencia. Echó a perder un trabajo de dibujo cuando derramó un vinilo. Imprudencia. Un accidente. A todos nos puede ocurrir. El padre, sin embargo, se percató del error y le dijo: “No servirás nunca para nada”. Y esa frase, que lo hirió en lo más profundo, lo acompañó por años, hasta su juventud, cuando hablamos…

            Las palabras edifican o destruyen. A través de lo que decimos, sentamos las bases para unas buenas relaciones, para estimular a otras personas a obrar bien, a seguir su proceso de cambio o modificar comportamientos, pero también por medio de lo que decimos se genera desaliento.
            ¿Mide usted el alcance de sus palabras con su cónyuge o con sus hijos? Probablemente les haya herido sin proponérselo. Reaccionan con rebeldía o tal vez con resentimiento. El factor determinante para ese comportamiento han sido sus palabras. Tal vez causó profundas heridas que han dejado huellas imborrables.
            ¿Ya evaluó cómo andan sus relaciones interpersonales? Hoy es esencial que haga un alto en el camino con el fin de determinar si ha provocado daños emocionales y de qué manera puede aplicar correctivos, con ayuda de Dios. Recuerde siempre que cambiamos la forma de hablar, cambia nuestra vida y mejora el trato con nuestro cónyuge y los hijos.
            Quizá en su familia ha experimentado lo doloroso que es convivir con un cónyuge agresivo, que no sabe expresarse y causa daño con sus palabras. Su condición violenta que se manifiesta con lo que dice, tiene varios factores de origen.
            Los especialistas coinciden en asegurar que puede originarse en la infancia y proceso de adolescencia. Termina replicando el comportamiento que aprendió de sus padres, entre ellos, los vocablos vulgares. Un segundo elemento, lo constituyen las amistades. Terminan ejerciendo una influencia negativa en su forma de pensar y de actuar. Le sigue la influencia de los medios de comunicación y se continúa con el entorno social. Aprendemos de manera inconsciente de cuanto vemos y oímos alrededor.
            La cultura es otro factor determinante. Quizá nos criaron con la convicción de que en una selva de cemento sobreviven los más agresivos, agresividad que se manifiesta con palabras soeces.
            Los seres humanos somos reactivos por naturaleza. Terminamos obrando a partir de estímulos, y si sentimos que alguien nos agrede, respondemos con la misma intensidad o aún con una intensidad mayor a la que nos provocó. El Señor Jesús advirtió: Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.”(Lucas 6:45. NTV)
            Sobre esa base, si no hay una renovación de nuestro mundo interior, nuestras reacciones pondrán de manifiesto la amargura, odio, resentimiento, dolor y todos los sentimientos negativos que anidamos.
            Dios desea ayudarnos en el proceso de transformación, para que no sigamos destruyendo a la familia a partir de palabras hirientes; sin embargo, el Señor no nos obliga. Es una decisión nuestra y nada más que nuestra, como escribe el apóstol Pablo: “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta.”(Efesios 4:31.NTV)
            Si disponemos el corazón, nuestro amado Padre celestial nos ayuda en el proceso de cambio y crecimiento—tanto personal como espiritual—que terminará ejerciendo una influencia positiva y transformadora en el hogar.
            Si tiene alguna inquietud, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llámenos al (0057)317-4913705

4. Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:

a. ¿Con frecuencia habla sin pensar?
b. ¿Se ha arrepentido por decir cosas insensatas, sin medir el alcance de sus palabras?
c. ¿Reconoce que las palabras generan ataduras en nuestro cónyuge y nuestros hijos?
d. ¿Es consciente que debemos ser libres de toda atadura de nuestras palabras?
e. Una meta desde hoy: medir cuidadosamente el alcance de mis palabras

© Fernando Alexis Jiménez
¿Está dispuesto a que su familia siga así, estancada, sin cambiar? http://altarfamiliar.wordpress.com/2013/08/13/piensa-su-familia-seguir-en-el-mismo-letargo-de-siempre/
¿Desea cambiar? Haga un alto en el camino y examine su vida http://devocionalesdiarios.wordpress.com/2013/08/13/es-necesario-hacer-un-alto-en-el-camino/

¿En qué se parecen los valientes del rey David y quienes sirven a Dios hoy? http://www.bosquejosparasermones.com/2013/02/los-valientes-de-david-y-quienes-sirven.html

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